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La Avenida Marina (o Avinguda, para ellos, los catalanes) es la que me lleva desde mi casa hasta el Mar Mediterraneo, son diez cuadras las que camino para terminar primero en la Villa Olímpica construida para los Juegos Idem en 1992 y luego encontrarme con esa emocionante extensión turquesa llamada Mar Mediterráneo. A una cuadra de mi casa esta avenida de la que les hablaba se transforma momentáneamente en un puente que pasa por encima de un parque y que además tiene a cada lado dos campos de fútbol. A simple vista y vacías, las dos parecen similares y gemelas pero cuando se llenan de gente son diferentes y hasta les diría antagónicas. La del lado derecho corresponde al campo de juego de Chacarita FC, club que milita en la liga de tercera división de fútbol local, y a pesar de ser un club humilde comparado con los de primera, su campo tiene una tribuna de material muy vistosa y tiene vestuarios, iluminación para partidos nocturnos, etc. Del lado izquierdo tenemos a la vista el otro campo, curiosamente bastante mas descuidado en su diseño, que hasta me parece deforme, no tiene iluminación, además le toco el peor de los dos lados, ya que en un extremo se achica lo que hace que el rectángulo de juego se achique de este lado. Entonces sucede que paso rumbo al mar un sábado al mediodía, de un lado se esta jugando el partido correspondiente a una fecha de la liga de tercera, bastante gente en las tribunas todos sentados cómodamente, los jugadores salen al campo ataviados con muy buena ropa deportiva, levantan las manos en el centro del campo, aplausos, salen los visitantes, menos aplausos, comienza el partido, al rato un gol de los locales, cortito el grito de la gente y luego... aplausos prolongados!, me recuerda inmediatamente a un club de jazz y el cálido reconocimiento del publico a un buen solista , en fin, digo, ya esta! me aburrí!, esto no es para mi.
Cruzo la Avenida, se escucha del otro lado música caribeña y cierto murmullo de algarabía, que paso allá? me pregunto mientras cruzo. Y si, del otro lado el espectáculo, (perdón por la palabra) me es familiar y me acaricia el corazón: el espacio deforme de ese campo esta ocupado por gran cantidad y variedad de remeras de clubes, algunos que no conozco, y acentos de Ecuador, Perú, Argentina (me pregunto a mí mismo haciéndome el culto cual de las dos escenas hubiese elegido Joan Miro para pintar?) y se entremezclan y de repente se levanta una polvareda en un pique que hace un petiso con la remera del Sporting Cristal, el que le tiro el pase es un morocho con la camiseta de la selección de Ecuador, le sale a tapar el tiro de gol un arquero vestido con jeans y pulóver y no con buzo y guantes. Al costado hay un partido mixto de voley en un lugar en el que pusieron una red e improvisaron una cancha, el entusiasmo invade las caras. Entonces del otro lado descubro el origen de la música, sale de un grabador gigante y veo que además venden comida casera en unas mesas improvisadas y también hay mucha cerveza, los latinoamericanos se divierten ese sábado al mediodía, los europeos, enfrente, corren muy atléticos, muy bien vestidos para la ocasión y son aplaudidos (a rabiar, eso si) por sus parcialidades. La Avenida Marina como el mar, separa dos culturas, y afortunadamente se perfectamente a cual de las dos pertenezco.


Pablo Vazquez