jazz
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MARIANO OTERO Tres
En la inagotable y siempre rica historia del jazz, los nombres de los discos siempre señalaron múltiples hechos. Verdaderos títulos, no nomenclaturas, que desenmascararon nuevas corrientes o estilos, como en el caso de los clásicos Kind of Blue, The Shape of jazz to come o A New perspective; nombres que aluden a una obra del disco que luego se haría clásica, como Oh Yeah!, o A Love Supreme. Y sin olvidar aquellos clásicos que desde su título trataron de reproducir un estado de ánimo y de atmósfera del género, tal como sucede con Time Out o Caliente!.En el nuevo y asombroso opus del contrabajista, arreglador y compositor Mariano Otero y su orquesta, Tres, no se encontrará ninguna composición con el nombre que le da título o siquiera las claves para una nueva revolución en el jazz; pero sí hallaremos uno de los lanzamientos del año, en el que el nombre del título insinúa mucho más allá del hecho de ser el tercer disco de este imparable y aún jovencísimo músico (por lo menos para los cánones de maduración y profesionalismo en el terreno del jazz)Tres efectivamente es el postulado que Otero parece toma de la famosa primera oración de la autobiografía de Charles Mingus, donde este declara sin prevenirnos de nada: “En otras palabras, yo soy tres”. No cabe duda: Mariano Otero es tres: es Dave Holland, es Charles Mingus (allí están “Mingusiana y “Holanda” para probarlo), pero sobre todo es él mismo. Tres no trata de “homenajear” (palabra que tanto se ha usado y desgastado en la crítica cultural) a los grandes bajistas y compositores de la historia del jazz: es mucho más que mero palimpsesto erudito, o ejercicio mimético de trasposición. De la misma manera que el cine de por ejemplo, Brian de Palma ha renovado con nuevas ideas y matices, las lecturas sobre el cine de Hitchcock, o los films de los hermanos Coen trajeron al presente el mejor cine noir americano de los 40s; Tres es un disco que ilumina el pasado y el presente del jazz orquestado, pero con una indudable e inmediata incandescencia propia y original.Tal vez cueste –sin haber escuchado mucho la obra de Mingus– acostumbrarse a la combustión lenta de “Mingusiana” que abre el disco, (y que nos mantiene en vilo hasta el minuto 3 con 41 segundos, cuando las secciones bronces, saxos y rítmica estallan y braman al unísono dando lo mejor de sí); pero cuando llegamos al último tema, esa ofrenda a dos grandes músicos que es “Hentrane” (apócope de Hendrix y Coltrane...), nos cuesta despedirnos de este maravilloso disco.Son apenas 7 temas, pero ninguno de menos de ocho minutos en los que sobresale la elegiaca y dulce balada “Flor (2006)”, los ya mencionados “Mingusiana”, “Hentrane” y “Hollanda” (aquí el genial guitarrista Miguel Tarzia nos demuestra que el Hard-bop, que supo alimentarse del soul o gospel, también lo puede hacer en el presente del rock más duro, sin bordear ni por un instante el empalagoso laberinto sin salida de la fusión), y “Nudos” con sus caledoiscópicos enlaces y desenlaces entres las secciones de bronces y saxos.
Tres es una palabra chiquita, monosilábica, sin pretensiones, que contrasta con una orquesta indivisible, delicada, colosal (joven además) en la que trece músicos que sólo piensan jazz nos dejan en mente una sola palabra: más
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