Para que las palabras no basten es preciso alguna muerte en el corazón. (Los de lo oculto) La escritora argentina Alejandra Pizarnik deja descarnadamente todo su poderío en cada uno de sus escritos. El compilado de poesía completa que Lumen publicó hace algunos años en España, pone de manifiesto que esta autora, desaparecida a los 36 años el 25 de septiembre de 1972, es una explosión de sentimientos, de dolor, de desgarro. Algo así como una melodía que nos resuena con voz ronca que se resiste a habitar el camino del olvido.
El miedo y el lenguaje son un tema recurrente en sus poemas, que parecen querer desgranar las palabras hasta hacerlas sangrar, hasta herirlas y, de esa manera, lograr transmitirnos su dolor. Por eso, su trabajo es rabiosamente intimista y de gran sensualidad y erotismo. Leerla es sentir el placer que se siente sólo ante lo bueno, ante lo que nos hace vibrar y vivir la vida apasionadamente. Paradójicamente, quizo ella misma truncar la suya a corta edad, quizás por las intensas turbulencias creativas que habitaban en su interior. Otra escritora con el mismo final aún siendo joven viene a mi mente, Sylvia Plath. Quizás, ambas compartieron la misma desazón por la vida, pero a la vez, fueron capaces de dejar un legado increiblemente bello.
La idea de partir, desaparecer en un mágico barco que la aleje para siempre, será recurrente en su obra. Como si el hecho de vivir la desgastara, la secara, y no pudiera afrontar la situación para seguir luchando. Algo así se presagia, se huele y se impregna en algunos de los cuentos que aparecen en este libro.
mariela gonzález rosso |